
Aquella tarde, Dios se encontraba ocupado en sus asuntos de costumbre: Acababa de salir de una reunión con los Arcángeles, iba a develar una placa en honor a Ghandi, en fin, se encontraba muy ocupado. De pronto se le acercaron dos pequeños angelillos, quienes muy preocupados le dijeron: - Señor, tenemos un problema: Yo pienso que hay que hacer algo por los humanos, las guerras continúan en la Tierra, hay hambre y miseria por todos lados, en fin... ¡Hay que hacer algo Señor! - Y yo Señor, interrumpió el otro, yo creo que no tiene caso, me entristezco mucho al ver lo que sucede cuando decides mandar un nuevo ser a la Tierra. Te esmeras al máximo por darle todo para ser un triunfador, lo colmas de cualidades y virtudes, y ve lo que resultan: narcotraficantes, ladrones, seres mediocres cuyo único objetivo es hundir a sus semejantes. Entonces Dios, sin decir nada, tomo un poco de lodo y como aquella primera vez, empezó a darle forma humana, le fue dando todas las cualidades para hacerlo un ser excelente, se esmeró al máximo en su obra, y una vez terminada con una paternal ternura dijo: - Hijo mío: te he creado a mi imagen y semejanza, eres el fruto del amor que siento hacia los hombres y estoy seguro de que tú no me vas a fallar; vas a ser esa luz de amor que tanto necesita el mundo, vas a tener la oportunidad de dejar este mundo en mejores condiciones de como lo encontraste; y estoy seguro de que tú no me vas a fallar, por que vas a ser un SCOUT. Vas a tener la oportunidad de convivir con la naturaleza y de lanzarte a la conquista de lo que parece para muchos hombres inalcanzable: EL AMOR. Y aquel día del cálido vientre de tu madre, saliste al mundo a cumplir tu Misión...
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